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La Lotería nacional y el Museo del Prado

20 enero, 2020 by El Negrito

El Real Museo de Pintura y Escultura, que en 1868 pasó a denominarse Museo Nacional de Pintura y Escultura y posteriormente Museo Nacional del Prado, abrió al público el 19 de noviembre de 1819 con 311 pinturas de la Colección Real, todas de autores españoles, colgadas en sus muros.

Con motivo de ese cumpleaños tan especial, 200 años, el Prado, acertadamente ha previsto un acercamiento a su colección permanente a través de un recorrido por una selección de 10 de las capillas de Lotería Nacional dedicadas a sus obras.

Hasta el 14 de enero, el Museo Nacional del Prado y Loterías y Apuestas del Estado  invitan al visitante a recorrer la colección del Prado desde una nueva perspectiva a través de diez elementos museográficos que alojan una selección de capillas de Lotería Nacional. Cada capilla está ilustrada con la imagen de una obra de la colección permanente del Museo y la más antigua data de 1960.

Este es un breve paseo por esas diez capillas:

1. Sala 75. Capilla del billete del sorteo 84/93, serie 9ª

Resultado de imagen de El pintor Francisco de Goya Vicente López 1826. Óleo sobre lienzo.

El pintor Francisco de Goya. Vicente López. 1826. Óleo sobre lienzo.

Este cuadro, es la imagen más conocida del artista aragonés y uno de los mejores retratos de Vicente López.

2. Sala 63B. Capilla del billete del sorteo 33/72, serie 5ª

Resultado de imagen de Manuel Flores Calderón Antonio María Esquivel Hacia 1842. Óleo sobre lienzo.

Manuel Flores Calderón. Antonio María  Esquivel. Hacia 1842. Óleo  sobre lienzo.

Impresionante cuadro del pintor que logra fundir con mucho acierto la paleta de tradición española en la combinación de colores como el blanco, el negro, el rojo y el gris, junto al refinamiento elegante de la retratística infantil inglesa. Se pueden apreciar como dibuja con detenimiento el adorno de los tirantes y los reflejos del charol de los zapatos, así como en el modelado de las manos o los brillos de las uñas.

3. Sala 63B. Capilla del billete del sorteo 5/1960, serie 2ª

La Niña del Loro. Pareja del anterior, Manuel Flores Calderón, este retrato de la primogénita de la familia, Rafaela, muestra, como es habitual en los retratos femeninos, una mayor intención decorativa, subrayada por el detalle colorista del ave y las flores del jardín.

4. Sala 62B. Capilla del billete del sorteo 11/1960, serie 1ª

María Dolores de Aldama, marquesa de Montelo, es retratada por    Federico de Madrazo en 1855. Aunque fue pintado en París, este retrato que podemos ir a disfrutar, revela la profunda huella de Velázquez y Goya sobre Madrazo, especialmente visible en la elegancia de la pose y los negros del vestido.

5. Sala 62B. Capilla del billete del sorteo 94/93, serie 4ª

Resultado de imagen de Amalia de Llano y Dotres, condesa de Vilches Federico de Madrazo 1853. Óleo sobre lienzo.

Amalia de Llano y Dotres, condesa de Vilches. Federico de Madrazo. 1853. Óleo sobre lienzo.

La modelo, escritora monárquica, distinguida amazona y amiga del artista, posa sentada en una llamativa butaca y destaca en la penumbra del salón. Es un retrato enormemente atractivo y seductor, de clara influencia francesa, que recuerda la estética de Ingres y resulta alejado de la sobria tradición española.

6. Sala 61B. Capilla del billete del sorteo 60/93, serie 9ª, fracción 7ª

El testamento de Isabel la Católica. El pintor madrileño Eduardo Rosales retrata pocos días antes de morir a Isabel la Católica.

Pintada durante la estancia del artista en Roma, es la obra cumbre del género de historia en el siglo XIX y punto de partida de la modernidad en la pintura española a través de Velázquez.

7. Sala 61. Capilla del billete del sorteo 26/1960, serie 4ª

Resultado de imagen de Demencia de doña Juana de Castilla Lorenzo Vallés 1866. Óleo sobre lienzo

Demencia de doña Juana de Castilla. Lorenzo Vallés. 1866. Óleo sobre lienzo

Destaca la utilización dramática que Vallés hace de la luz, que modela las figuras y las integra en el espacio.

8. Sala 63. Capilla del billete del sorteo 68/93, serie 7ª, fracción 7ª

Pintado por Mariano Fortuny hacia 1873, este lienzo titulado Viejo desnudo al sol, logra captar de modo maestro la anatomía del viejo y vierte una interpretación original del color y de la luz, cuyo estudio del natural desarrolló especialmente durante su estancia en Granada.

9. Sala 62A. Capilla del billete del sorteo 27/72, serie 13ª

Resultado de imagen de Los pequeños naturalistas. José Jiménez Aranda. 1893. Óleo sobre lienzo

Los pequeños naturalistas. José Jiménez Aranda. 1893. Óleo sobre lienzo

El pintor se trasladó a Sevilla y allí pintó este cuadro, de sobria delicadeza, que denota una fina observación del natural, a través de un cuidado dibujo y un modelado muy preciso.

10. Sala 62A. Capilla del billete del sorteo 66/93, serie 8ª

El último de los cuadros no está pintado ni más ni menos que por el pintor valenciano Joaquín Sorolla. Titulado ¡Aún dicen que el pescado es caro! En 1894.

El lienzo muestra el interior de la bodega de una barca de pesca en la que un joven marinero, tras sufrir un accidente durante la faena, es socorrido por dos viejos compañeros, con semblante resignado y concentrado. La luz que entra por la escotilla acentúa los volúmenes y confiere dramatismo a la composición.


Si sueñas… Loterías.

¡Suerte!

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¿Conoces el cuento sobre la Lotería de Shirley Jackson?

17 enero, 2020 by El Negrito

Escrito por la gran Shirley Jackson este cuento sobre la lotería publicado en The New Yorker en 1948, nos traslada hasta un pequeño pueblo estadounidense. Allí todos se reúnen en un caluroso día de verano en torno a una tradición en la que todos participan.

Considerada una de las grandes damas del terror, Shirley Jackson llevó el miedo a una tranquila zona provinciana de la América de mitad de siglo. Este relato proclamó a su autora como la reina de la ficción breve y se convirtió en uno de los relatos más paradigmáticos de la narrativa estadounidense.

Casada con un crítico literario de prestigio, Shirley Jackson ahogó sus propios demonios con la bebida y los analgésicos al sentirse que había fracasado como esposa y madre. Incluso se rumorea que ella misma fue apedreada por niños en la ciudad en la que vivían, North Bennington, y que este episodio cruento inspiró la escritura de su relato más célebre.

Leamos este relato en el que el suspense va en aumento y la tensión mueve la trama de manera horizontal, de un personaje a otro. ¡Disfrutad! ¡Y suerte!

La lotería

La mañana del 27 de junio amaneció clara y soleada con el calor lozano de un día de pleno estío; las plantas mostraban profusión de flores y la hierba tenía un verdor intenso. La gente del pueblo empezó a congregarse en la plaza, entre la oficina de correos y el banco, alrededor de las diez; en algunos pueblos había tanta gente que la lotería duraba dos días y tenía que iniciarse el día 26, pero en aquel pueblecito, donde apenas había trescientas personas, todo el asunto ocupaba apenas un par de horas, de modo que podía iniciarse a las diez de la mañana y dar tiempo todavía a que los vecinos volvieran a sus casas a comer.

Los niños fueron los primeros en acercarse, por supuesto. La escuela acababa de cerrar para las vacaciones de verano y la sensación de libertad producía inquietud en la mayoría de los pequeños; tendían a formar grupos pacíficos durante un rato antes de romper a jugar con su habitual bullicio, y sus conversaciones seguían girando en torno a la clase y los profesores, los libros y las reprimendas. Bobby Martin ya se había llenado los bolsillos de piedras y los demás chicos no tardaron en seguir su ejemplo, seleccionando las piedras más lisas y redondeadas; Bobby, Harry Jones y Dickie Delacroix acumularon finalmente un gran montón de piedras en un rincón de la plaza y lo protegieron de las incursiones de los otros chicos. Las niñas se quedaron aparte, charlando entre ellas y volviendo la cabeza hacia los chicos, mientras los niños más pequeños jugaban con la tierra o se agarraban de la mano de sus hermanos o hermanas mayores.

Pronto empezaron a reunirse los hombres, que se dedicaron a hablar de sembrados y lluvias, de tractores e impuestos, mientras vigilaban a sus hijos. Formaron un grupo, lejos del montón de piedras de la esquina, y se contaron chistes sin alzar la voz, provocando sonrisas más que carcajadas. Las mujeres, con descoloridos vestidos de andar por casa y suéteres finos, llegaron poco después de sus hombres. Se saludaron entre ellas e intercambiaron apresurados chismes mientras acudían a reunirse con sus maridos. Pronto, las mujeres, ya al lado de sus maridos, empezaron a llamar a sus hijos y los pequeños acudieron a regañadientes, después de la cuarta o la quinta llamada. Bobby Martin esquivó, agachándose, la mano de su madre cuando pretendía agarrarlo y volvió corriendo, entre risas, hasta el montón de piedras. Su padre lo llamó entonces con voz severa y Bobby regresó enseguida, ocupando su lugar entre su padre y su hermano mayor. La lotería —igual que los bailes en la plaza, el club juvenil y el programa de la fiesta de Halloween— era dirigida por el señor Summers, que tenía tiempo y energía para dedicarse a las actividades cívicas.

El señor Summers era un hombre jovial, de cara redonda, que llevaba el negocio del carbón, y la gente se compadecía de él porque no había tenido hijos y su mujer era una gruñona. Cuando llegó a la plaza portando la caja negra de madera, se levantó un murmullo entre los vecinos y el señor Summers dijo: «Hoy llego un poco tarde, amigos». El administrador de correos, el señor Graves, venía tras él cargando con un taburete de tres patas, que colocó en el centro de la plaza y sobre el cual instaló la caja negra el señor Summers. Los vecinos se mantuvieron a distancia, dejando un espacio entre ellos y el taburete, y cuando el señor Summers preguntó: «¿Alguno de ustedes quiere echarme una mano?», se produjo un instante de vacilación hasta que dos de los hombres, el señor Martin y su hijo mayor, Baxter, se acercaron para sostener la caja sobre el taburete mientras él revolvía los papeles del interior.

Los objetos originales para el juego de la lotería se habían perdido hacía mucho tiempo y la caja negra que descansaba ahora sobre el taburete llevaba utilizándose desde antes incluso de que naciera el viejo Warner, el hombre de más edad del pueblo. El señor Summers hablaba con frecuencia a sus vecinos de hacer una caja nueva, pero a nadie le gustaba modificar la tradición que representaba aquella caja negra. Corría la historia de que la caja actual se había realizado con algunas piezas de la caja que la había precedido, la que habían construido las primeras familias cuando se instalaron allí y fundaron el pueblo. Cada año, después de la lotería, el señor Summers empezaba a hablar otra vez de hacer una caja nueva, pero cada año el asunto acababa difuminándose sin que se hiciera nada al respecto. La caja negra estaba cada vez más gastada y ya ni siquiera era completamente negra, sino que le había saltado una gran astilla en uno de los lados, dejando a la vista el color original de la madera, y en algunas partes estaba descolorida o manchada. El señor Martin y su hijo mayor, Baxter, sujetaron con fuerza la caja sobre el taburete hasta que el señor Summers hubo revuelto a conciencia los papeles con sus manos. Dado que la mayor parte del ritual se había eliminado u olvidado, el señor Summers había conseguido que se sustituyeran por hojas de papel las fichas de madera que se habían utilizado durante generaciones.

Según había argumentado el señor Summers, las fichas de madera fueron muy útiles cuando el pueblo era pequeño, pero ahora que la población había superado los tres centenares de vecinos y parecía en trance de seguir creciendo, era necesario utilizar algo que cupiera mejor en la caja negra. La noche antes de la lotería, el señor Summers y el señor Graves preparaban las hojas de papel y las introducían en la caja, que trasladaban entonces a la caja fuerte de la compañía de carbones del señor Summers para guardarla hasta el momento de llevarla a la plaza, la mañana siguiente. El resto del año, la caja se guardaba a veces en un sitio, a veces en otro; un año había permanecido en el granero del señor Graves y otro año había estado en un rincón de la oficina de correos y, a veces, se guardaba en un estante de la tienda de los Martin y se dejaba allí el resto del año.

Había que atender muchos detalles antes de que el señor Summers declarara abierta la lotería. Por ejemplo, había que confeccionar las listas de cabezas de familia, de cabezas de las casas que constituían cada familia, y de los miembros de cada casa. También debía tomarse el oportuno juramento al señor Summers como encargado de dirigir el sorteo, por parte del administrador de correos. Algunos vecinos recordaban que, en otro tiempo, el director del sorteo hacía una especie de exposición, una salmodia rutinaria y discordante que se venía recitando año tras año, como mandaban los cánones. Había quien creía que el director del sorteo debía limitarse a permanecer en el estrado mientras la recitaba o cantaba, mientras otros opinaban que tenía que mezclarse entre la gente, pero hacía muchos años que esa parte de la ceremonia se había eliminado. También se decía que había existido una salutación ritual que el director del sorteo debía utilizar para dirigirse a cada una de las personas que se acercaban para extraer la papeleta de la caja, pero también esto se había modificado con el tiempo y ahora solo se consideraba necesario que el director dirigiera algunas palabras a cada participante cuando acudía a probar su suerte. El señor Summers tenía mucho talento para todo ello; luciendo su camisa blanca impoluta y sus pantalones tejanos, con una mano apoyada tranquilamente sobre la caja negra, tenía un aire de gran dignidad e importancia mientras conversaba interminablemente con el señor Graves y los Martin.

En el preciso instante en que el señor Summers terminaba de hablar y se volvía hacia los vecinos congregados, la señora Hutchinson apareció a toda prisa por el camino que conducía a la plaza, con un suéter sobre los hombros, y se añadió al grupo que ocupaba las últimas filas de asistentes.

—Me había olvidado por completo de qué día era —le comentó a la señora Delacroix cuando llegó a su lado, y las dos mujeres se echaron a reír por lo bajo—. Pensaba que mi marido estaba en la parte de atrás de la casa, apilando leña —prosiguió la señora Hutchinson—, y entonces miré por la ventana y vi que los niños habían desaparecido de la vista; entonces recordé que estábamos a veintisiete y vine corriendo.

Se secó las manos en el delantal y la señora Delacroix respondió:

—De todos modos, has llegado a tiempo. Todavía están con los preparativos.

La señora Hutchinson estiró el cuello para observar a la multitud y localizó a su marido y a sus hijos casi en las primeras filas. Se despidió de la señora Delacroix con unas palmaditas en el brazo y empezó a abrirse paso entre la multitud. La gente se apartó con aire festivo para dejarla avanzar; dos o tres de los presentes murmuraron, en voz lo bastante alta como para que les oyera todo el mundo: «Ahí viene tu mujer, Hutchinson», y, «Finalmente se ha presentado, Bill». La señora Hutchinson llegó hasta su marido y el señor Summers, que había estado esperando a que lo hiciera, comentó en tono jovial:

—Pensaba que íbamos a tener que empezar sin ti, Tessie.

—No querrías que dejara los platos sin lavar en el fregadero, ¿verdad, Joe? —respondió la señora Hutchinson con una sonrisa, provocando una ligera carcajada entre los presentes, que volvieron a ocupar sus anteriores posiciones tras la llegada de la mujer.

—Muy bien —anunció sobriamente el señor Summers—, supongo que será mejor empezar de una vez para acabar lo antes posible y volver pronto al trabajo. ¿Falta alguien?

—Dunbar —dijeron varias voces—. Dunbar, Dunbar.

El señor Summers consultó la lista.

—Clyde Dunbar —comentó—. Es cierto. Tiene una pierna rota, ¿no es eso? ¿Quién sacará la papeleta por él?

—Yo, supongo —respondió una mujer, y el señor Summers se volvió hacia ella.

—La esposa saca la papeleta por el marido —anunció el señor Summers, y añadió—: ¿No tienes ningún hijo mayor que lo haga por ti, Janey?

Aunque el señor Summers y todo el resto del pueblo conocían perfectamente la respuesta, era obligación del director del sorteo formular tales preguntas oficialmente. El señor Summers aguardó con expresión atenta la contestación de la señora Dunbar.

—Horace no ha cumplido aún los dieciséis —explicó la mujer con tristeza—. Me parece que este año tendré que participar yo por mi esposo.

—De acuerdo —asintió el señor Summers. Efectuó una anotación en la lista que sostenía en las manos y luego preguntó—: ¿El chico de los Watson sacará papeleta este año?

Un muchacho de elevada estatura alzó la mano entre la multitud.

—Aquí estoy —dijo—. Voy a jugar por mi madre y por mí.

El chico parpadeó, nervioso, y escondió la cara mientras varias voces de la muchedumbre comentaban en voz alta: «Buen chico, Jack», y, «Me alegro de ver que tu madre ya tiene un hombre que se ocupe de hacerlo».

—Bien —dijo el señor Summers—, creo que ya estamos todos. ¿Ha venido el viejo Warner?

—Aquí estoy —dijo una voz, y el señor Summers asintió.

Un súbito silencio cayó sobre los reunidos mientras el señor Summers carraspeaba y contemplaba la lista.

—¿Todos preparados? —preguntó—. Bien, voy a leer los nombres (los cabezas de familia, primero) y los hombres se adelantarán para sacar una papeleta de la caja. Guarden la papeleta cerrada en la mano, sin mirarla, hasta que todo el mundo tenga la suya. ¿Está claro?

Los presentes habían asistido tantas veces al sorteo que apenas prestaron atención a las instrucciones; la mayoría de ellos permaneció tranquila y en silencio, humedeciéndose los labios y sin desviar la mirada del señor Summers. Por fin, este alzó una mano y dijo, «Adams». Un hombre se adelantó a la multitud. «Hola, Steve», le saludó el señor Summers. «Hola, Joe», le respondió el señor Adams. Los dos hombres intercambiaron una sonrisa nerviosa y seca; a continuación, el señor Adams introdujo la mano en la caja negra y sacó un papel doblado. Lo sostuvo con firmeza por una esquina, dio media vuelta y volvió a ocupar rápidamente su lugar entre la multitud, donde permaneció ligeramente apartado de su familia, sin bajar la vista a la mano donde tenía la papeleta.

—Allen —llamó el señor Summers—. Anderson… Bentham.

—Ya parece que no pasa el tiempo entre una lotería y la siguiente —comentó la señora Delacroix a la señora Graves en las filas traseras—. Me da la impresión de que la última fue apenas la semana pasada.

—Desde luego, el tiempo pasa volando —asintió la señora Graves.

—Clark… Delacroix…

—Allá va mi marido —comentó la señora Delacroix, conteniendo la respiración mientras su esposo avanzaba hacia la caja.

—Dunbar —llamó el señor Summers, y la señora Dunbar se acercó con paso firme mientras una de las mujeres exclamaba: «Ánimo, Janey», y otra decía: «Allá va».

—Ahora nos toca a nosotros —anunció la señora Graves y observó a su marido cuando este rodeó la caja negra, saludó al señor Summers con aire grave y escogió una papeleta de la caja. A aquellas alturas, entre los reunidos había numerosos hombres que sostenían entre sus manazas pequeñas hojas de papel, haciéndolas girar una y otra vez con gesto nervioso. La señora Dunbar y sus dos hijos estaban muy juntos; la mujer sostenía la papeleta.

—Harburt… Hutchinson…

—Vamos allá, Bill —dijo la señora Hutchinson, y los presentes cercanos a ella soltaron una carcajada.

—Jones…

—Dicen que en el pueblo de arriba están hablando de suprimir la lotería —comentó el señor Adams al viejo Warner. Este soltó un bufido y replicó:

—Hatajo de estúpidos. Si escuchas a los jóvenes, nada les parece suficiente. A este paso, dentro de poco querrán que volvamos a vivir en cavernas, que nadie trabaje más y que vivamos de ese modo. Antes teníamos un refrán que decía: «La lotería en verano, antes de recoger el grano». A este paso, pronto tendremos que alimentarnos de bellotas y frutos del bosque. La lotería ha existido siempre —añadió, irritado—. Ya es suficientemente terrible tener que ver al joven Joe Summers ahí arriba, bromeando con todo el mundo.

—En algunos lugares ha dejado de celebrarse la lotería —apuntó la señora Adams.

—Eso no traerá más que problemas —insistió el viejo Warner, testarudo—. Hatajo de jóvenes estúpidos.

—Martin… —Bobby Martin vio avanzar a su padre.— Overdyke… Percy…

—Ojalá se den prisa —murmuró la señora Dunbar a su hijo mayor—. Ojalá acaben pronto.

—Ya casi han terminado —dijo el muchacho.

—Prepárate para ir corriendo a informar a tu padre —le indicó su madre.

El señor Summers pronunció su propio apellido, dio un paso medido hacia adelante y escogió una papeleta de la caja. Luego, llamó a Warner.

—Llevo sesenta y siete años asistiendo a la lotería —proclamó el señor Warner mientras se abría paso entre la multitud—. Setenta y siete loterías.

—Watson… —el muchacho alto se adelantó con andares desgarbados. Una voz exhortó: «No te pongas nervioso, muchacho», y el señor Summers añadió: «Tómate el tiempo necesario, hijo». Después, cantó el último nombre.

—Zanini…

Tras esto se produjo una larga pausa, una espera cargada de nerviosismo hasta que el señor Summers, sosteniendo en alto su papeleta, murmuró:

—Muy bien, amigos.

Durante unos instantes, nadie se movió; a continuación, todos los cabezas de familia abrieron a la vez la papeleta. De pronto, todas las mujeres se pusieron a hablar a la vez:

—Quién es? ¿A quién le ha tocado? ¿A los Dunbar? ¿A los Watson?

Al cabo de unos momentos, las voces empezaron a decir:

—Es Hutchinson. Le ha tocado a Bill Hutchinson.

—Ve a decírselo a tu padre —ordenó la señora Dunbar a su hijo mayor.

Los presentes empezaron a buscar a Hutchinson con la mirada. Bill Hutchinson estaba inmóvil y callado, contemplando el papel que tenía en la mano. De pronto, Tessie Hutchinson le gritó al señor Summers:

—¡No le has dado tiempo a escoger qué papeleta quería! Te he visto, Joe Summers. ¡No es justo!

—Tienes que aceptar la suerte, Tessie —le replicó la señora Delacroix, y la señora Graves añadió:

—Todos hemos tenido las mismas oportunidades.

—¡Vamos, Tessie, cierra el pico! —intervino Bill Hutchinson.

—Bueno —anunció, acto seguido, el señor Summers—. Hasta aquí hemos ido bastante deprisa y ahora deberemos apresurarnos un poco más para terminar a tiempo.

Consultó su siguiente lista y añadió:

—Bill, tú has sacado la papeleta por la familia Hutchinson. ¿Tienes alguna casa más que pertenezca a ella?

—Están Don y Eva —exclamó la señora Hutchinson con un chillido—. ¡Ellos también deberían participar!

—Las hijas casadas entran en el sorteo con las familias de sus maridos, Tessie —replicó el señor Summers con suavidad—. Lo sabes perfectamente, como todos los demás.

—No ha sido justo —insistió Tessie.

—Me temo que no —respondió con voz abatida Bill Hutchinson a la anterior pregunta del director del sorteo—. Mi hija juega con la familia de su esposo, como está establecido. Y no tengo más familia que mis hijos pequeños.

—Entonces, por lo que respecta a la elección de la familia, ha correspondido a la tuya —declaró el señor Summers a modo de explicación—. Y, por lo que respecta a la casa, también corresponde a la tuya, ¿no es eso?

—Sí —respondió Bill Hutchinson.

—Cuántos chicos tienes, Bill? —preguntó oficialmente el señor Summers.

—Tres —declaró Bill Hutchinson—. Está mi hijo, Bill, y Nancy y el pequeño Dave. Además de Tessie y de mí, claro.

—Muy bien, pues —asintió el señor Summers—. ¿Has recogido sus papeletas, Harry?

El señor Graves asintió y mostró en alto las hojas de papel.

—Entonces, ponlas en la caja —le indicó el señor Summers—. Coge la de Bill y colócala dentro.

—Creo que deberíamos empezar otra vez —comentó la señora Hutchinson con toda la calma posible—. Les digo que no es justo. Bill no ha tenido tiempo para escoger qué papeleta quería. Todos lo han visto.

El señor Graves había seleccionado cinco papeletas y las había puesto en la caja. Salvo estas, dejó caer todas las demás al suelo, donde la brisa las impulsó, esparciéndolas por la plaza.

—¡Escúchenme todos! —seguía diciendo la señora Hutchinson a los vecinos que la rodeaban.

—¿Preparado, Bill? —inquirió el señor Summers, y Bill Hutchinson asintió, después de dirigir una breve mirada a su esposa e hijos.

—Recuerden —continuó el director del sorteo—: Saquen una papeleta y guárdenla sin abrir hasta que todos tengan la suya. Harry, tú ayudarás al pequeño Dave.

El señor Graves tomó de la manita al niño, que se acercó a la caja con él sin ofrecer resistencia.

—Saca un papel de la caja, Davy —le dijo el señor Summers. Davy introdujo la mano donde le decían y soltó una risita—. Saca solo un papel —insistió el señor Summers—. Harry, ocúpate tú de guardarlo.

El señor Graves tomó la mano del niño y le quitó el papel de su puño cerrado; después lo sostuvo en alto mientras el pequeño Dave se quedaba a su lado, mirándolo con aire de desconcierto.

—Ahora, Nancy —anunció el señor Summers. Nancy tenía doce años y a sus compañeros de la escuela se les aceleró la respiración mientras se adelantaba, agarrándose la falda, y extraía una papeleta con gesto delicado—. Bill, hijo —dijo el señor Summers, y Billy, con su rostro sonrojado y sus pies enormes, estuvo a punto de volcar la caja cuando sacó su papeleta—. Tessie…

La señora Hutchinson titubeó durante unos segundos, mirando a su alrededor con aire desafiante y luego apretó los labios y avanzó hasta la caja. Extrajo una papeleta y la sostuvo a su espalda.

—Bill… —dijo por último el señor Summers, y Bill Hutchinson metió la mano en la caja y tanteó el fondo antes de sacarla con el último de los papeles.

Los espectadores habían quedado en silencio.

—Espero que no sea Nancy —cuchicheó una chica, y el sonido del susurro llegó hasta el más alejado de los reunidos.

—Antes, las cosas no eran así —comentó abiertamente el viejo Warner—. Y la gente tampoco es como en otros tiempos.

—Muy bien —dijo el señor Summers—. Abran las papeletas. Tú, Harry, abre la del pequeño Dave.

El señor Graves desdobló el papel y se escuchó un suspiro general cuando lo mostró en alto y todos comprobaron que estaba en blanco. Nancy y Bill, hijo, abrieron los suyos al mismo tiempo y los dos se volvieron hacia la multitud con expresión radiante, agitando sus papeletas por encima de la cabeza.

—Tessie… —indicó el señor Summers. Se produjo una breve pausa y, a continuación, el director del sorteo miró a Bill Hutchinson. El hombre desdobló su papeleta y la enseñó. También estaba en blanco.

—Es Tessie —anunció el señor Summers en un susurro—. Muéstranos su papel, Bill.

Bill Hutchinson se acercó a su mujer y le quitó la papeleta por la fuerza. En el centro de la hoja había un punto negro, la marca que había puesto el señor Summers con el lápiz la noche anterior, en la oficina de la compañía de carbones. Bill Hutchinson mostró en alto la papeleta y se produjo una reacción agitada entre los congregados.

—Bien, amigos —proclamó el señor Summers—, démonos prisa en terminar.

Aunque los vecinos habían olvidado el ritual y habían perdido la caja negra original, aún mantenían la tradición de utilizar piedras. El montón de piedras que los chicos habían reunido antes estaba preparado y en el suelo; entre las hojas de papel que habían extraído de la caja, había más piedras. La señora Delacroix escogió una piedra tan grande que tuvo que levantarla con ambas manos y se volvió hacia la señora Dunbar.

—Vamos —le dijo—. Date prisa.

La señora Dunbar sostenía una piedra de menor tamaño en cada mano y murmuró, entre jadeos:

—No puedo apresurarme más. Tendrás que adelantarte. Ya te alcanzaré.

Los niños ya tenían su provisión de piedras y alguien le puso en la mano varias piedrecitas al pequeño Davy Hutchinson. Tessie Hutchinson había quedado en el centro de una zona despejada y extendió las manos con gesto desesperado mientras los vecinos avanzaban hacia ella.

—¡No es justo! —exclamó.

Una piedra la golpeó en la sien.

—¡Vamos, vamos, todo el mundo! —gritó el viejo Warner. Steve Adams estaba al frente de la multitud de vecinos, con la señora Graves a su lado.

—¡No es justo! ¡No hay derecho! —siguió exclamando la señora Hutchinson. Instantes después todo el pueblo cayó sobre ella.

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Ganadores de Lotería que no tuvieron un final feliz

16 enero, 2020 by El Negrito

Podríamos definir a la envidia como un sentimiento o estado mental en el que uno se siente desdichado por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas tangibles e intangibles.

Envidia, desazón e incluso rabia, es lo que debió sentir el hermano de un afortunado ganador de la lotería, y protagonista de esta historia, tal es así que pueden hacer una película sobre lo ocurrido en Pensilvania. La sinopsis de esta historia sucedió así…

William Post, conocido como Bud, tuvo la suerte de ser el afortunado ganador de 16.2 millones de dólares en un sorteo de Lotería de Pensilvania.  Hasta aquí, parece una historia muy dichosa, pero normal.

Pero la envidia cobró protagonismo y lleno los titulares, cuando el hermano de Bud, no pudo soportar la ventura de su hermano y…

E intentó matarlo a él y a su esposa para apropiarse de la herencia. Aunque no lo logró y resultó en la cárcel, una serie de sucesos desafortunados siguieron la victoria de William y él simplemente deseó en algún momento no haber nunca ganado el premio de la Lotería Nacional.

Días después de lo sucedido, Bud, afirmó: Todo el mundo sueña con ganar la lotería, pero nadie imagina las pesadillas que conlleva.

Su hermano, fue a la cárcel. Él a veces simplemente, deseó no haber nunca ganado el premio de la Lotería Nacional para no haber sufrido esa terrible experiencia que marcará la vida de su familia.

Y es que como a él, a todos nos gusta el dinero, pero también disfrutar de la vida… sin que nuestro hermano nos la intente quitar. 

La mentira y la ambición.

Mentir como todos sabemos es decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa.

Y la ambición por definición es un deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama.

Si unimos ambos deseos podemos imaginarnos lo que le sucedió a Abraham Shakespeare. Tuvo la suerte o desdicha… de resultar ganador de un premio de nada ni nada menos que 30 millones de dólares en la lotería de Florida.

Abraham, era una persona buena, confiada y de buen corazón. Y hablamos de él y de su historia en pasado, porque muchos se acercaron para aprovecharse de su generosidad.

Una de esas personas malas personas fue Dorice Moore, quien le mintió y le pidió dinero para supuestamente redactar un libro. Al final, ella llevada por la ambición y la codicia, lo mató y quemó su cuerpo para apropiarse de la fortuna. Durante el juicio, definieron a la asesina como una mujer fría y calculadora. Su final, la cárcel; el de Abaham, la muerte. Una historia terrible que empezó con una inmensa alegría al saberse ganador.

Dilapidar. Derrochar. Malgastar los bienes sin prudencia ni mesura.

Esta última historia la protagoniza una afortunada derrochadora que fulminó los 1.6 millones de libras que ganó en la Lotería online.

Callie Rogers de 16 años, se gastó su fortuna en fiestas, amigos vacaciones y drogas. Al final, después de 10 años ya no quedaba nada del dinero ganado. Sin embargo, ella asegura que fue bastante feliz en esos años de despilfarros y juventud.

Para muchos, el final de su historia no es feliz. Sólo ella sabe si el dinero ganado en la lotería la hizo feliz.


Si sueñas y quieres vivir en primera persona tu historia… Lotería. ¡Suerte!

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Dos historias: El que juega por primera vez y el que es constante con sus números. Ambos ganadores.

16 enero, 2020 by El Negrito

Dos historias: El primerizo y el constante

En la novela histórica Historia de dos ciudades del escritor británico Charles Dickens disfrutamos de un relato que ya forma parte de la historia y de la literatura.

La narración se desarrolla en dos países: Inglaterra y Francia. En las ciudades de Londres y París en la época de los albores de la Revolución francesa. La primera ciudad simbolizaría de algún modo la paz y la tranquilidad, la vida sencilla y ordenada; mientras que la segunda representaría la agitación y el caos, el conflicto entre dos mundos en una época en la que se anuncia drásticos cambios sociales.

Dickens no relató la historia de nuestros dos protagonistas, pero seguro que la habría narrado dándole su sello único. Nuestros dos protagonistas viven uno en Mackay, una pequeña ciudad de Australia y el otro en la ciudad americana de Iowa.

En la primera historia nuestro protagonista australiano vio recompensada su constancia y la confianza en su suerte, al ser el afortunado ganador de cinco millones de dólares australianos, más de 3 millones de euros.

En la segunda la protagonista es una dichosa americana, Angélica Chávez, de 27 años que un día decidió jugar por primera vez a la lotería. Al salir del trabajo eso hizo, dejarse llevar por ese nuevo impulso y compró un boleto de lotería con el que ganó un millón de dólares.

Un presentimiento y una buena rutina cambió la vida de dos personas muy diferentes, pero ambas, afortunadas y millonarias.

La historia de esa corazonada nació de un hecho rutinario. Angélica un día estando en su trabajo, en una residencia de ancianos, disfrutaron jugando a una especie de sorteo de lotería con un juego con pelotas numeradas. Angélica siempre jugaba con una misma combinación llevada por ese presentimiento de que esos números eran ganadores, afortunados, y que la iban a hacer millonaria. Ella lo tenía muy claro. Apuntó esos números en su agenda y dijo que algún día los jugaría de verdad, en un gran sorteo.

Y así fue, jugó sus números el 18, 25, 43, 44 y 57 a la lotería americana Mega Millions. El boleto de Angélica fue el único en el país en acertar los números, por lo que ganó un premio de un millón esa noche.

A Angélica el dejarse llevar por un presentimiento la cambió la vida. En Australia, a nuestro otro también joven protagonista fue la constancia, la clave de su premio.

Siempre jugaba a los mismos números. Llevaba mucho tiempo jugando a unos números que había elegido por ser cumpleaños de familiares y sus números preferidos. Le gustaban, eran sus números. Siempre los mismos, en todos los sorteos. Hasta que un día… en un juego de azar parecido a nuestra Primitiva, ganó cinco millones de dólares australianos, más de 3 millones de euros.

En una entrevista que le hicieron comentó que ahora en su vida va a hacer lo que más le gusta. Va a disfrutar de la vida a tope y compartir el premio con su familia.

Dos historias de dos ciudades distintas… de las muchas que cada día nos rodean. Ambas nos recuerdan que la constancia en todo es una virtud. Y el escucharnos, saber lo que queremos y sentimos en la vida, y dejarnos llevar por esa vocecilla interior… siempre al final tiene un final feliz.

Si sueñas… Loterías y la suerte llegará.

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Los números que te harán tener suerte con tu primitiva

28 diciembre, 2019 by El Negrito

Aunque no nos demos cuenta, los números forman de nuestra vida desde que nacemos. Que no todos los números son iguales, es algo elemental. Si recordamos algunos momentos de nuestra vida y pensamos un poco en esas situaciones, nos damos cuenta con sorpresa, cómo algunos instantes inolvidables han girado por ejemplo entorno a números terminados en dos, o en uno… es como si esos números nos siguieran o formaran parte de alguna manera de nuestra vida sin saber nosotros exactamente el motivo.

Recuerdo con cariño unos instantes de mi vida en los que el 12, la docena, estaba presente siempre. En el número de invitados que me sorprendieron aquel día… el número del portal que causó un estupendo malentendido que acabo en una relación única. Hasta los números del coche que alquilamos en nuestro viaje a La Palma, 1212.

Algunos números parece que han sido creados para nosotros. Nos persiguen. O dicho de otro modo, nosotros simplemente les seguimos o instintivamente continuamos su estela porque… ¿Por qué?

Cada uno que piense lo que quiera. Ahí abro una puerta…

…Y muestro una ventana: La numerología es una práctica, un conjunto de creencias o tradiciones que pretende establecer una relación mística entre los números, los seres vivos y las fuerzas físicas o espirituales. 

En el año 530 a. C., el filósofo griego Pitágoras, estudió y desarrolló un método, una relación entre los planetas y su «vibración numérica». La denominó «música de las esferas». Mediante su método de numerología afirmó que las palabras tienen un sonido que vibra en consonancia con la frecuencia de los números como una faceta más de la armonía del universo y las leyes de la naturaleza.

Según los numerólogos, los números son mucho más que una forma de medir o cuantificar lo que existe a nuestro alrededor. Pitágoras creía que el universo debe ser visto como un todo armonioso.

El estudio de los números fue popular entre los primeros matemáticos. Ellos afirmaban que los números del 1 al 9 están asociados a características específicas, que juntas abarcan toda la experiencia de la vida.

La comunidad científica de hoy en día, relegó la numerología a la categoría de pseudociencia ​al igual que la astrología con respecto a la astronomía.

Científicos e investigadores, tendrán sus conclusiones basadas en su conocimiento. Otros según sus deducciones, vivencias o intuiciones afirmarán lo contrario, o quizás no.  Lo que es seguro, es que cada uno de nosotros estamos reflexionando y llegando a nuestra propia conclusión.  Pero no creo equivocarme al afirmar, que en lo que todos coincidimos, es que por algún motivo, cada uno tenemos nuestros números. 

Conocerlos. Averiguarlos. Seguirlos o incluirlos en nuestra vida, es algo que no podemos obviar. La suerte la hacemos cada día, y un buen paso seguro que es, encontrarlos, o simplemente recuperarlos.

Seguro que sabes los tuyos. Apúntatelos. Y comprueba su suerte. 

Si sueñas… Lotería.

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¿Cuánto dinero tiene que tocarte en la lotería para no trabajar nunca más?

21 diciembre, 2019 by El Negrito

El sorteo de la Lotería de Navidad que se celebrará el próximo 22 de diciembre repartirá 2.380 millones. El Gordo de la Lotería de Navidad de este año 2019 estará dotado con:

  • Un PRIMER premio de 400.000 euros cada décimo. 
  • El segundo repartirá 125.000 euros al décimo.
  • Un tercero con 50.000 euros al décimo.
  • Además, hay dos cuartos premios y ocho quintos premios dotados con 20.000 y 6.000 euros respectivamente.

Partiendo de esta información tan clara y precisa, las cuentas pueden parecer sencillas, pero en realidad no lo son y, desde luego, no para todos son igual. 

El cálculo depende del nivel de vida que llevemos y que queramos mantener o lograr; de nuestra edad, del coste de la vida en nuestro lugar de residencia, o si la queremos cambiar; de nuestros planes o deseos incumplidos y el dinero añadido que necesitamos para lograrlo. Hay que darle a la calculadora e intentar una estimación: ¿cuánto nos tiene que tocar para que podamos dejar de trabajar? Pero antes conozcamos algunos datos e información relevantes.

Como es imposible concretar, hemos hecho una aproximación genérica, un ejemplo práctico que nos puede servir de guía, para aquellas personas que estarían dispuestos a dejar su puesto de trabajo para vivir del premio de la Lotería de Navidad. 

El primer punto a recordar es contar con Hacienda. 

  • Desde 2019 son los primeros 20.000 euros los que están libres de tributar.

En la Lotería de Navidad de este año todos aquellos premios que sean inferiores a 20.000 euros no serán retenidos por Hacienda. No es el caso, obviamente, del Gordo de Navidad ni de los principales premios del Sorteo Extraordinario. En concreto, de todos ellos Hacienda se queda el 20% de la cantidad resultante de restarle 20.000 euros al premio. 

  • Así, por ejemplo, del Gordo de Navidad, premiado con 400.000 euros el décimo, Hacienda se quedará con el 20% de 380.000 euros. En total, la Agencia Tributaria se lleva 76.000 euros por cada décimo del primer premio. 

Al dejar de trabajar dejamos de cotizar a la Seguridad Social y esto implica que podríamos dejar de tener cobertura sanitaria. Para ello hay que tener unos ingresos de más de 100.000 euros al año, algo posible si nuestro dinero obtiene una buena rentabilidad.

También tenemos que considerar que si dejamos de trabajar no tendremos derecho a pensión contributiva y, por tanto, nuestro único soporte durante toda nuestra vida será el capital del premio. Por tanto, hay que administrarlo bien. 

Además, este capital debe generar ingresos. Pretender vivir del dinero ingresado es muy arriesgado. Tenemos que tener en cuenta muchos factores como por ejemplo nuestra esperanza de vida, la inflación…  

Lo mejor es intentar que el capital que nos ha quedado neto después de pagar impuestos y los gastos iniciales, nos produzca una renta al año suficiente para pagarnos el ritmo de vida que deseamos y cubra igualmente los gastos extra que antes teníamos cubiertos. 

Esta renta es muy complicada de predecir ya que los gastos tienden a dispararse.

Antes de entrar en materia conozcamos, según una encuesta realizada a la población española este año, lo que opinamos al respecto.

  • Un 25% de los españoles dejaría de trabajar si le tocaran 400.000 euros. No sabemos la edad de los encuestados, ni su actual poder adquisitivo, tampoco sus ahorros ni su nivel de vida.
  • Un 20% lo dejaría si la cantidad premiada fuese entre 400.000 euros y 1 millón.
  • Un 25 % entre 1 millón y 2 millones.
  • Un 12% por más de 2 millones.
  • Un 5% sólo dejarían de trabajar si les tocaran más de 3 millones.
  • Y un 13% si la cantidad premiada fuesen 4 millones.

Veamos un caso práctico que nos puede servir de guía:

Si queremos comprarnos un chalet, o cambiar nuestro domicilio por uno mayor, y suponemos que queremos mantener unos ingresos brutos al año de unos 90.000 euros. Entonces, para obtener 90.000 euros al 5% necesitaremos un capital de 1.800.000 euros. Asimismo, por ejemplo, un chalet de 700.000 euros, más los impuestos, gastos de gestorías y notarías, nuestros gastos ascenderán al menos a 749.000 euros del premio. Finalmente, debemos considerar que el premio está grabado con aproximadamente el 20% en concepto de impuestos. Por tanto, necesitaremos recibir aproximadamente un poco más de 3 millones de euros de premio. Y, por supuesto, esa cantidad variará mucho dependiendo del vida que queramos llevar. Como todo, es cuestión de hacer números. 

Lo primero… comprar los décimos. 

Lo segundo… un poco de suerte.

Si sueñas… estás de suerte, ya no queda casi nada para el próximo sorteo de Navidad.

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La tradición de los anuncios del Sorteo de Navidad

20 diciembre, 2019 by El Negrito

Los españoles cambiamos costumbres, pasamos de enviar tarjetas de Navidad a felicitar las fiestas por Whasapp. Algunos atrevidos cambian las uvas de fin de año por aceitunas, arándanos o porciones de queso o embutido. Pero hay tradiciones que son tan nuestras como los turrones, los puentes, las cestas, los petardos o los villancicos… Son los anuncios del sorteo del Gordo y, por supuesto, las cascadas de conversaciones sobre ellos y sus antecesores. Tan típicas en todas las mesas como las guirnaldas, los brindis y las bromas.

 ¿Has visto el anuncio del Sorteo de la Lotería de este año? ¿Te ha gustado?… Pues yo echo de menos al calvo… recuerdas aquel anuncio tan polémico del… pues a mí este año…

No sabremos cual es la capital de Kazajistán, pero no hay casa que se precie que guarde silencio con el anuncio del Sorteo de Navidad. Una vez visto… ya lo podemos alabar, criticar, comparar o parodiar. 

Para que todos podamos jugar en la misma liga a la hora de valorar, vamos a refrescar cuáles han sido los 10 mejores anuncios de Lotería de Navidad.

Por cierto, la capital de Kazajistán es Astana.

Este año, debe haber una promoción de 4 por 1, porque nos han subido la apuesta y tenemos el placer de poder disfrutar de cuatro entregas, cuatro historias que se irán emitiendo a lo largo de cinco semanas hasta el sorteo extraordinario del 22 de diciembre. 

Datos a la hora de evaluar que debemos saber:

  • Esta campaña presentada por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre ha contado con un presupuesto de 800.000 euros. La cantidad que todos deseamos ganar estas Navidades. Tan sólo debemos tener la suerte de ser los afortunados poseedores de dos décimos premiados con el Gordo. 
  • Los cuatro anuncios han sido rodados en la Comunidad de Madrid. Concretamente en Fuenlabrada, Vallecas y el hospital de Torrejón. Los Madrileños, aparte de puntuar los anuncios, pueden… en vez de buscar a Wally, encontrar, recordar o incluso identificar los escenarios. Todo un plus para luego comentar. 

Cuatro historias que demuestran que cuando compartes un décimo compartes mucho más:

  1. Titulado Pilar y Félix. Este primer anuncio cuenta como el protagonista acude a casa de su ex nuera para explicarle que dividirá con ella los décimos de la Lotería de Navidad. Hasta ahí podemos leer, como diría Mayra Gómez Kent.

Destacar al actor Ramón Barea que, como siempre, borda el papel.

  1. En el segundo anuncio nos vamos al hospital de Torrejón, en él, un celador comparte el décimo que juega con el número del hospital, con una de las pacientes ingresadas. Lo han titulado Carmen y Víctor y dicen por ahí… que quieren irse a Japón. 
  1. Ramón y José no son padre e hijo. Pueden ser familia si una de sus hijas se casa con él… pero lo cierto es que le acaba de conocer y eso de regalarle ya un décimo… Personalmente, me gusta el novio, ese tal José… parece buen chico…
  1. La cuarta historia titulada Emilio y Gloria nos descubre a una hija que quiere sorprender a su padre con el número que ha comprado ese año en la Lotería Nacional. Dicho así, pues normal. Si incluimos, en el bombo, una empresa familiar, una jubilación y una nueva gerente, nos encontramos con un anuncio del Sorteo del Gordo del que seguro vas a poder opinar.

Este año, lo tengo lo claro. Sé cuál de los cuatro me ha gustado más. Y dentro de mi ranking… o quizás, los tenga que ver una vez más.

Y también en este 2019 estamos de enhorabuena, porque podemos escuchar por la radio cuatro cuñas radiofónicas que cuentan otras historias diferentes de la vida diaria. 

Las protagonistas: una recién casada, una abuela reciente, una hermana, que lo es hace mucho de sus hermanos y un trabajador, que se acaba de ir de la empresa, no sabemos si por su decisión o por las de otros.

Este año, las cenas y comidas de Navidad van a tener mucho de lo que hablar. 

En algunas casas, además, este año, brindarán por haber sido los afortunados ganadores y bromearán porque pueden, con un viaje a Japón, o con dejar la empresa y dedicarse a su pasión.

Todos soñamos con el Gordo. Con ese sorteo que nos llena de ilusión. Veremos los anuncios y muy dentro sentiremos… esa sensación… ¿y si soy yo?

¡Suerte! 

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Atrae el dinero con el feng shui

17 diciembre, 2019 by El Negrito

Feng Shui se traduce como tierra y cielo. Con más de 4.000 años, es un arte milenario basado en las corrientes filosóficas del Confucianismo y del Taoísmo. Del primero extrae que el ser humano forma parte integral del universo y, por tanto, es afectado por el cosmos. El Taoísmo defiende que el tao, o camino de la vida, va todo ello de la mano, a la suerte del cielo, de la tierra y la del propio ser humano.

Estas dos grandes corrientes son la base del Feng Shui. Por eso, este arte busca mantener el equilibrio del ser humano con el medio ambiente, así como con los materiales que conforman su hábitat.

En la China Imperial se consideraba el Feng Shui como un asunto de estado, alcanzando a afectar a la propia prosperidad o desdichada de todo el pueblo.

Para el feng shui somos una pequeña partícula del espacio, del cosmos. Por este motivo estamos afectados por las energías del universo en todo momento y en cualquier aspecto de nuestro día a día, determinando la salud, las emociones, los pensamientos. Nos influye de manera directa.

De forma práctica, el Feng Shui es una disciplina que busca mejorar el medio ambiente y la vida través de 5 formas o elementos fundamentales: la tierra, el fuego, el metal, la madera y el agua. Gracias al arte Feng Shui podemos conseguir atraer a nuestro hogar, a nuestra vida, la abundancia y la prosperidad.

Estos son algunos consejos simples para usarlo a nuestro favor:

  • Nuestra puerta de entrada determina la calidad de la energía que fluirá por toda tu casa. Mantén su área de entrada principal siempre limpia, fresca y fluida. Ten una entrada atractiva, ya que es la tarjeta de presentación de nuestro hogar. Procura que no haya nada detrás de la puerta de forma que pueda abrirse por completo.
  • El agua simboliza la riqueza y el dinero para el Feng shui. Procura poner una fuente de decoración en las que esta fluya el agua tanto en tu casa como en el trabajo. Procura no tener elementos que puedan contener agua estancada. Ni grifos, cañerías con fugas, porque, si pierdes agua, es probable que pierdas mucho más.
  • En la vida el color es muy importante. Según el Feng Shui algunos colores atraen a la fortuna.
  • Así el rojo absorbe la buena suerte, la fortuna y la felicidad.
  • El verde nos aporta crecimiento, cambio y esperanza.
  • El negro se asocia con la riqueza y la abundancia, aunque un uso excesivo atraerá una energía demasiado intensa. El negro debe utilizarse con moderación, como un punto culminante o como decoración.
  • El azul es el color del cielo y de la sabiduría. Hay que combinarlo con el verde para obtener mejores resultados.
  • El amarillo es un color de gran efecto, que atrae grandes cantidades de energía positiva. Es el color de la calidez y de la amabilidad. Pero debe usarse con moderación, ya que demasiado amarillo puede afectar a la salud.
  • Según el Feng Shui, para aumentar la riqueza es muy importante poner orden en la vida. Esta filosofía oriental considera que un espacio limpio y ordenado facilita que pueda fluir bien la energía.
  • Uno de los puntos estratégicos para la abundancia y la prosperidad es el Sureste. Para activar esta zona te sugerimos que coloques algún elemento de madera con una fuente de agua. El número 4 es vital. Puedes añadir en ese espacio, por ejemplo, 4 cojines rojos y unas flores.

Si sueñas… Loterías.

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Aumenta las probabilidades de acertar a la Primitiva

10 diciembre, 2019 by El Negrito

Por todos es conocido que el sorteo de La Primitiva consiste en acertar 6 números sobre 49 posibles. También que podemos jugar tantas columnas como queramos, sabiendo que cada una de ellas tiene un coste de 1 €.

¿Cómo podemos aumentar nuestras posibilidades de acertar? Jugando con apuestas reducidas y múltiples.

Para entender bien el sistema reducido es fundamental comprender el método múltiple, ya que las apuestas reducidas se realizan a partir del sistema múltiple al directo.

Los boletos de La Primitiva ofrecen la posibilidad de jugar apuestas simples y múltiples. Sin embargo, para jugar a reducidas, no existe un boleto específico, es el mismo.

Una vez que tengas tus apuestas reducidas, a través del método simple podrás marcar y jugar las diversas combinaciones obtenidas de tu reducción de La Primitiva. Para ello deberás realizar tantas apuestas simples como combinaciones diferentes tenga tu reducción.

Sencillamente, si tu reducción está formada por cuatro combinaciones diversas, bastará con que rellenes cuatro bloques de un boleto o realices cuatro apuestas simples.

Así, por ejemplo, si tu reducción está formada por dieciocho combinaciones o líneas, entonces deberás rellenar dos boletos completos y dos bloques en un tercer boleto con sus respectivas apuestas simple.

Con el método múltiple está claro que aumentan nuestras posibilidades de conseguir premios en cascada. Pero hay que tener en cuenta que al jugar con más apuestas también aumenta el precio del boleto. Las reducciones son una manera de jugar al método múltiple, pero abaratando el precio del boleto. ¿De qué manera? Reduciendo el total de combinaciones que obtenemos con el método múltiple.

Las reducciones se utilizan para disminuir el precio de una apuesta múltiple y poder jugar con más números validando el menor número posible de apuestas simples. Así, al apostar con más números incrementamos considerablemente las posibilidades de acertar los números que salgan en la combinación ganadora y obtener más premios.

Si nos fijamos en la tabla podemos ver que de 210 apuestas se pasa a 18, con una reducción al 5. Por tanto, al aplicar una reducción, el sistema selecciona estratégicamente 18 apuestas. En el supuesto caso de acertar los seis números de la combinación ganadora, estas 18 apuestas nos garantizarían el 100% de obtener un premio de 5 aciertos y la posibilidad de optar a un premio de 6 aciertos.

Si optamos por este método reducido sólo participaríamos con 18 apuestas de un total de 210. Ahorrando así el importe de 192 apuestas, e implicando un ahorro más que considerable.

Si volvemos a mirar la tabla, podemos fijarnos que pone: *Garantiza premio de 5, 4 y 3 aciertos. Eso no quiere decir que sólo por el mero hecho de jugar te garanticen un premio. Al contrario, la garantía solamente se cumplirá si los números que has elegido coinciden con los de la combinación ganadora.

Queda claro que, con el sistema múltiple, tienes la gran ventaja de que juegas con todas las combinaciones posibles entre los números que has seleccionado. Por ello, si aciertas los seis números de la combinación ganadora, tienes la garantía al 100% que te llevarás el premio de seis aciertos y muchos más de categorías inferiores.

La diferencia es que cuando juegas a reducidas, disminuyes una parte del total de las combinaciones posibles. Estas reducciones descartan combinaciones pero, al mismo tiempo, intentan mantener todas las garantías de premio posibles. Te garantiza como máximo un solo fallo y, por tanto, puedes optar a premios de 5, 4 y 3 aciertos, dependiendo del tipo de reducción realizada y de los aciertos obtenidos.

Resumiendo, podemos elegir reducciones al 5, 4 y al 3 dependiendo del premio o premios a los que queramos optar. Naturalmente, si escogemos reducir al 5, obtendremos más combinaciones que si elegimos reducir al 4 o al 3.

Como hemos visto la ventaja de jugar a reducidas, a parte de la principal que supone un ahorro económico, es la de los premios en cascada. Si se obtiene un premio de una determinada categoría, se obtendrán también premios de categorías inferiores.

Si sueñas… aumenta tus posibilidades y ¡suerte!

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