Que la suerte es caprichosa, escurridiza e incluso antojadiza, es tan verdad como las danas o gotas frías que últimamente nos visitan.
Hace escasos días escuché tomando café con un grupo de amigos y conocidos el caso de dos personas que me dio que pensar, y que a continuación os voy a relatar.
El primer caso que quiero compartir es el de mi amiga, Ana, que nos contaba en la cafetería lo que la había pasado estas Navidades a su hermana Lucia… y de lleno a ella…
Estas navidades como todos los años, los tres hermanos nos intercambiamos décimos. Procuramos siempre que viajamos, comprar al menos un número, para como dice mi hermano Carlos, “Si no viene la suerte a casa… habrá que salir a buscarla. O al menos a su encuentro”.
En diciembre, unos días antes del Gordo, nos juntamos los tres hermanos en Madrid, ya que como sabéis cada uno vivimos en una ciudad, y aprovechamos para pasar el día juntos, comer, ver algún espectáculo… y sobre todo, intercambiarnos décimos que hemos ido comprando.
Tenemos la costumbre de poner en el reverso del décimo el día exacto en el que lo hemos comprado, una costumbre como otra cualquiera, para así recordar, cómo lo compramos… Si fue en un viaje de trabajo, en un puente…
… como cuando éramos pequeños con los cromos… Yo me quedo con este número y coge uno de estos que compre en Segovia… y de éste que tienes dos… los compartimos…
Al finalizar nuestro encuentro, cada uno nos llevamos nuestro sobrecito con nuestros décimos.
Forma parte de nuestro acuerdo, cada uno juega sus números, muchos los compartimos. Otros de los que sólo tenemos un décimo, puede que si el número nos ha gustado a los tres, por el reverso los tres lo firmamos y jugamos. Pero no es lo normal. Cada uno suele tener los suyos y casi siempre muy diferentes.
Nos divierte desde hace más de quince años esa rutina que hemos adquirido.
Este año, como todos, nos llamamos para saber si alguno ha tenido especial suerte… y… yo sinceramente recordaba un número feo… con el que nos reímos… y no paraba de pensar en él… lo tenía en la cabeza…
Mi hermano Carlos nos dijo que ese número que ninguno quería… el 750, con el que habíamos bromeado: Mira que ir hasta Tenerife y comprar ese décimo… en qué estabas pensando… le dijo a mi hermana Lucia…
Pues… ¡Un tercer premio en la Lotería de Navidad! 400.000 euros al décimo.
Mi hermana y yo nos quedamos mudas. Ella lo compró. Y yo no lo quise. Y mi hermano Carlos… pues por hacernos el favor… eligió el último, y se lo guardó porque no había otro.
¡Mudas nos quedamos!
Mi hermana nos contó que lo escogió en la administración de Lotería porque vio el número parcial pensando que los números primeros no eran ceros. Y cuando la lotera se lo dio se quedó fría, pensando en que era muy feo y que no lo quería, pero no supo reaccionar y se lo quedó.
En la cafetería cada uno comentamos lo que nos acababa de contar, desde «A lo hecho pecho», «Ningún número es feo», «La suerte estaba indecisa», «No sabía si ir con tu hermana»… y cambió de idea… «¡Pues yo no lo compartiría!»… «Pues yo sí» o «¡Cómo no!»
Cada uno dimos nuestra opinión. Al final, Ana zanjó la cuestión. Mi hermano Carlos ha decidido que si nos parece bien, vamos a comprar con ese dinero una casita en la playa para juntarnos más a menudo. Y la verdad, Lucia y yo estamos encantadas. Nos ha rozado la suerte… felizmente.
El segundo caso que también me viene a la mente, verídico también, es el que protagonizó un compañero de trabajo… En estas Navidades como no le había tocado nada más que el reintegro en varios números en el sorteo de El Gordo, decidió jugar en el sorteo del Niño sólo lo jugado, lo echado. Ni un céntimo más.
Fue a la administración de Lotería… y pidió a la lotera que no le devolviera el importe de los siete décimos con reintegro. Pero que quería los 7 décimos diferentes. Entre ellos, la lotera le dio sin saberlo, el segundo premio, pero no le gustó y lo cambió por otro terminado en casi la fecha del día de su boda.
Según nos contó, vio un número que le recordó a su fecha especial… y dijo «cámbiame este por ese»… Ahí la lió.
Eso nos contó. Y desde luego, por la cara de circunstancia con la que nos lo relataba… coincidiendo en la administración que vendió el número premiado en el sorteo del Niño… pues va a ser verdad lo que es exclamó: que la suerte le pasó rozando…
Yo sigo soñando con que un día la suerte me dará de lleno. Sueño con ese décimo…