Muchos somos los que jugamos habitualmente a los mismos números, prueba de ello es que en las administraciones de lotería mantengan de manera permanente unos números guardados y comprados, semana tras semana, por algún miembro de una misma familia.
El abuelo llevaba jugando años un número, su número. Al desaparecer éste, el hijo que le acompañaba a comprarlo, se da cuenta que hace años que sigue el número de su padre. Por intuición, gusto o, simplemente, porque ahora también son sus números, lo decide continuar. “Cómo voy a dejar de apostar por los números de mi padre… ¡si no fallaba ninguna semana! Y diciendo siempre lo mismo: ¡van a salir! Ya lo verás…”
Todos hemos oído la mañana del 23 de diciembre, el día después de la Lotería de Navidad, escuchar a la feliz dueña o dependienta de la administración hablando sobre los agraciados: “… es una familia que lleva comprando ese número años… me alegro mucho de que les haya tocado… porque ahora… que acaban de tener otro hijo les vendrá bien. Seguro que llevan boletos, ¡son sus números!”
Somos personas de costumbres, gustos claros y hábitos. Y si esta tradición de comprar el mismo número se ve recompensada con un gran premio, puede ser unas veces contada o, en otras ocasiones, callada. Así la televisión y la prensa se hace eco de este hecho más veces de las que pensamos.
Esta es la historia de Michael Tran, un afortunado ganador que estuvo jugando durante 18 años a los mismos números en la lotería. Metódicamente jugaba a la Lotería de Idaho. Siempre fiel a sus números favoritos: el 6, 10, 15, 25, 36 y 14. Gracias a esa constancia, hoy cuenta en su haber con el suculento premio de 2.000.300 dólares.
Pero no hay que irse tan lejos para leer cómo un anónimo español hace escasos tres años afirmaba: “lo sabía… tenía la intuición que la lealtad hacía esos números un día se vería recompensada”. Y así fue, resultó ser el afortunado poseedor de un boleto premiado con 190.000.000 euros.
La constancia en los números a menudo se ve premiada. Quizá, en muchos de los casos, los anónimos afortunados no salen en la prensa por haber sido los felices ganadores de un premio considerado medio. Pero, lo cierto, es que todos estamos deseando ser uno de esos flamantes ganadores de 250 mil euros, 300 mil… ¡500 mil euros!
A la suerte hay que llamarla. Busquémosla con la debida perseverancia y, quizá, no nos toquen millones de euros pero, seguro, que más de un pico para tapar más que agujeros, caerá. Si a muchos les ha pasado… y bien lo saben sus familiares y amigos, a nosotros con la suerte que tenemos: ¡También!
¡Suerte! Y si sueñas… Lotería. ¡No falla!