Muchos estarán de acuerdo con nosotros en que la vida es un viaje.
Vamos pasando por estaciones, recorriendo paisajes más o menos interesantes y coloridos. Nos estancamos algunas veces, como vagón en una vía muerta, pero de pronto, un silbato apropiado nos devuelve al recorrido y continuamos el viaje.
La vida pasa tan rápido que, aunque nos empeñamos en darle al pause, nos concentramos en preparar salidas, excursiones, pequeñas travesías y programamos aventuras en lugares con encanto.
Cuando nos queremos dar cuenta, estamos de nuevo en el sillón de casa. Quizás un poco más sabios por todo lo que hemos aprendido o vivido, pero seguro que un poco más sensatos unos, y otros más emocionados por la sensación de haber vivido en primera persona hazañas, andanzas o quizás hasta riesgos impensables e inesperados.
¡Qué bonito es viajar! A uno le da la sensación de vivir más. De estar más vivo. De formar parte de algo más que la rutina y el madrugar.
Los viajes nos atraen tanto como los sucesos espontáneos. Al que le gusta viajar, sueña con aquello que le hace palpitar y sentirse más uno. Más real. Más auténtico.
Pero hemos de reconocer que a todos nos gusta vibrar. Buscamos sentir las emociones en la piel, pero sin sufrir efectos secundarios, al menos permanentes y dolorosos.
Todos somos muy valientes sobre el catálogo, sobre el papel de superhéroe que quisiéramos ser. Nos gustaría nadar entre tiburones, escalar el K2 sin oxígeno, hacer caída libre… Pero asegurándonos que vamos a salir vivos y contentos de esa odisea a la que a veces simplificamos y llamamos viaje.
Por ello, tener suerte en un viaje cercano o más lejano, es tan necesario como indispensable para volver, repetir o sonreír recordándolo.
Estas son algunas pautas para conseguir un poquito de suerte, que la fortuna se ponga de nuestro lado o al menos, que el destino no confabule por complicarnos, sino todo lo contrario, que nos añada un extra de vida, de energía positiva a nuestra escapada o pequeña – gran salida:
- Una vez hayas cerrado la puerta de tu hogar y dé comienzo la aventura pensada, no retrocedas. NO vale esode “Un pasito hacia adelante y dos atrás”. Si se te olvidó el pijama… no corras a por él; ya te comprarás uno en el destino. Deja un poco de margen a la vida. Déjate sorprender y confía en no tenerlo todo atado. Cede parte de tu espacio a la suerte. Ilusiónate al saber que en lo inusitado encontrarás incluso lo que no sabías que querías. ¡Vive, no te lamentes!
2. Fíate de tus intuiciones. Si no sabes el motivo, pero reservaste la habitación número 7 (aunque otras parecían mejores), pero recordaste que tu asiento fue el 27, tu número de consigna acababa en 77… pues, ¡por qué no! Será el viaje en el que el siete dictará tu suerte. Pues, ¡allá va!
3. Sé valiente en tus decisiones. El que no decide ya está tomando la decisión; ha fallado en la respuesta, aunque su cabeza no se atreva. No seas tibio. Decántate y responde ante tus necesidades o gustos. Ser osado a veces es tan simple como ser sincero.
4. Si quieres que la suerte te acompañe… Déjala entrar. Así de sencillo. Es tan fácil como abrir las ventanas de tu nueva estancia. Deja que entre la luz. Siente como se mueve el aire. Respira y déjate llevar.
5. Por último, “donde fueres, haz lo que vieres”. Mantén tu mente y tu energía vital viva. En cada lugar, en cada país, hay unas costumbres y unas supersticiones, no las ignores. Por ejemplo, en Brasil, un país muy supersticioso, colocar un cuenco de sal en la esquina de la habitación del hotel mantiene a raya la mala suerte.
Es cierto que en muchos países coincidimos en amuletos para atraer la suerte, o incluso en supersticiones. Nuestra recomendación: ten una actitud positiva, una mente abierta y seguro que disfrutarás de un viaje lleno de momentos para el recuerdo.
Sonríe mucho. Y sueña. Sueña con lo que te mantiene vivo. ¡Suerte!