Cuando nos toca la lotería es tanta la emoción que la respuesta normal es correr a anunciarlo. Y decírselo a aquellas personas que realmente forman parte de nuestra vida, porque queremos que se alegren por nosotros. Porque, en un primer momento, con el instinto lógico de encauzar esa alegría incontrolable, el deseo imposible realmente se ha producido, es quizás la reacción lógica que nos hace situarnos en la realidad. Lo verbalizamos. Es real, no es un sueño.
De pronto, es cierto, de un día para otro pasamos de tener una economía más o menos preocupante, según casos, o desahogada… a poseer ciertos ceros en la cuenta. Un número de ceros tan inusual que no podemos contener ni la emoción, ni la alegría y, en muchos casos, ni la lengua.
Llegado ese momento. Si somos una persona lúcida, relativamente fría o sensata, sopesamos lo que acaba de sucedernos y pensamos: ¿lo digo? ¿Cuento que he sido el afortunado ganador o…?
Veamos los pros y los contras de decírselo a los demás.
- A favor de comunicarlo: Compartimos esta alegría. Los que nos quieren se alegrarán por nosotros. Podemos festejarlo con ellos. Hacerles participe de nuestra suerte, de nuestro nuevo estatus y, a partir de ese momento, ser consecuentes con el nuevo capital, tanto a la hora de los cambios que lógicamente haremos en nuestra vida: de residencia, quizás trabajo o ciudad… como las compras, viajes, caprichos o regalos a las personas que queremos y con las que compartimos la vida.
- Las desventajas de radiar que somos millonarios. Los afortunados poseedores del boleto premiado son primera y obviamente señalados por los amigos de lo ajeno. Cuando se llama la atención nos ponemos a tiro de posibles robos y, quizás, según palabras de otros agraciados que por desgracias han sufrido las consecuencias, de ser estafados por profesionales del engaño. En segundo lugar, la envidia que genera nuestro golpe de suerte y ocasiona inesperados cambios de actitud hacia nosotros. En tercer lugar, el aumento de falsos amigos y conocidos que únicamente se aproximan por nuestro nuevo poder adquisitivo, con el único propósito de sacar tajada.
Lo cierto es que si la magia de la lotería nos toca, podemos vivir del cuento. Podemos compartir ese cuento, con los que nosotros queramos. Y por supuesto, si tenemos un dedo de cabeza, podemos hacer que ese cuento nos dure toda la vida, a nosotros y a las personas que apreciamos. Se puede decir que tenemos en nuestra mano la oportunidad de intentar que ese cuento sea feliz.
Y fueron felices y comieron perdices… él, ella… ellos… aquí… en una isla paradisíaca… cada día… sonriendo y recordando la suerte que tuvieron con esos números que siempre les trajeron suerte y ahora son los números claves fundamentales en los viajes, regalos… y anécdotas interminables.