El coleccionismo consistente en reunir, conservar y mostrar todo tipo de objetos. Al ser humano nos gusta coleccionar y, ciertamente, disfrutamos recopilando aquellos objetos que nos transmiten algo.
Probablemente el primer coleccionismo nació con la invención de la escritura y la fijación del conocimiento. El primer coleccionista fue el rey asirio Asurbanipal que mandó reunir todas las tablillas de barro grabadas con textos existentes en su imperio.
Unos dos siglos después, los filósofos Platón y Aristóteles reunieron colecciones de libros para mejorar sus enseñanzas. Pero es durante el siglo XVI cuando se amplía el ámbito del coleccionismo a todo tipo de piezas bellas, raras y valiosas.
Hasta llegar a nuestros días, el ser humano ha coleccionado libros, calendarios de bolsillo, postales, todo lo relacionado con el mundo del vino, de la cerveza, del chocolate, muñecas, puros, cerillas, cromos, dedales, barajas, bolígrafos, discos de vinilo, llaveros, mapas, pegatinas, chapas, periódicos, monedas, billetes, sobres de azúcar… y un sinfín de objetos cotidianos, extraños, excéntricos e insólitos.
Por supuesto, no podíamos dejar de coleccionar décimos de lotería. La loterofilia, también conocida como lotofilia, es el nombre que recibe el coleccionismo de décimos de lotería, participaciones, billetes, postales y cualquier otro tipo de material relacionado con la Lotería Nacional.
Y es que son más de 200 años desde su fundación, en Cádiz en 1812, en los que se han realizado miles de sorteos de lotería. Los coleccionistas de décimos atesoran participaciones tan antiguas como las pertenecientes a las de los sorteos anteriores a 1900.
Por supuesto, no todos los décimos tienen el mismo valor para los coleccionistas, algunos son tan difíciles de encontrar y de conseguir que los coleccionistas les guardan como verdaderas joyas. Por ejemplo, un décimo original del primer sorteo de 1812 puede valer unos 3.000 euros. También son muy llamativos y solicitados, los décimos emitidos por ambos bandos durante la Guerra Civil. Y es que por un décimo poco habitual o contenga algún error de imprenta, o que sean escasos, se pueden pagar desde 100 hasta 1.000 euros dependiendo, claro está, del estado de conservación. Los décimos rotos o deteriorados pierden gran parte de su valor salvo de que se traten de auténticas rarezas.
Los coleccionistas se intercambias tanto participaciones de lotería como objetos relacionados con la historia de la Lotería. Guardan los décimos por años y por colecciones temáticas como, por ejemplo, las dedicadas a las obras de arte, a los monumentos nacionales o a los personajes históricos.
Los primeros décimos sólo contenían números, letras, sellos o emblemas oficiales, pero desde 1960 los décimos de la Lotería Nacional se ilustraron con imágenes de todo tipo que aumentaron su interés tanto para los jugadores de la época como para los coleccionistas de hoy en día.
Por ejemplo, en los años 90 se emitió una serie dedicada a los Juegos Olímpicos de Barcelona. También se han puesto en circulación series muy populares dedicadas a los equipos de fútbol de primera división, a grandes viajes, a singulares monumentos, insignes inventores o descubridores.
Es destacable cómo los aficionados a la loterofilia intercambian décimos del Mundial de Fútbol de España de 1982 por otros de la Hermandad de La Paz de 1965. Asimismo, pueden vender décimos de la lotería, por ejemplo, la conmemorativa del 80ª aniversario La Legión del año 2000 por más de 300 euros.
La lotería nos concede deseos, nos llena de ilusión y, a otros muchos, además, les apasiona su colección.
Si sueñas… ¡Loterías! Mucha suerte.