Uno de nuestros recuerdos de la infancia es ver a nuestro abuelo rellenar con auténtica devoción la Quiniela semanal. Ese entusiasmo, ese mimo y cariño, era tan palpable a la hora de poner ese aspa que marcaba y decantaba el resultado… que pocas veces lo veíamos tan concentrado y callado.
Pegaba su oreja a la radio, escuchaba, apuntaba y pocas vecesse inclinaba por un empate. Le gustaban los goles, los amplios marcadores. En raras ocasiones, según lo que el comentarista declaraba “lo reñido que iba a ser el siguiente partido», valoraba un reñido empate, pero no le gustaba.
Era un duelo a muerte, no era opción un punto para cada uno. Eso era conformarse. Eran otros tiempos. Otras miradas. No había pactos. Eran duelos con sangre, y las faltas eran caídas necesarias. Eran guerreros pegando patadas y marcando, porque eso era para lo que estaban preparados. Eran más que profesionales. Eran héroes. O al menos, eso pensábamos nosotros al ver en su cara sus palabras exaltadas.
Y, por supuesto, cuando su equipo preferido jugaba en casa, siempre era un UNO lo que marcaba. En cambio, si sus equipos predilectos jugaban fuera, se le veía solemne ante una decisión tan complicada como audaz. Si no nos falla la memoria -tendríamos una edad no superior a los seis años-, un DOS en ese partido, en el que sus once jugaban fuera, era una confirmación de la valentía y la furia con la que su equipo competía.
Así, con una cara de valor e intrepidez, muy marcada y gesticulada por la osadía, con la firmeza con la que un juez decreta la sentencia a un condenado, dejaba el cigarrillo reposando en el cenicero, soltaba el humo, cogía aire y con entereza, rellenaba ese cuadradito con ese aspa en el 2. Luego, como esperando una ovación o una felicitación por parte del universo, se levantaba y, con el trabajo bien hecho, abría el tapón de una botella de vino, se servía y bebía un culín, festejando ese segundo gran paso para la humanidad. Porque el primero fue llegar a la luna, y ese ya estaba sentenciado y no había nada de qué hablar.
Ahora, ¡cómo hemos cambiado! Vemos a nuestros amigos, hermanos, conocidos, incluso nosotros mismos, haciendo en cada jornada un mini master sobre cada partido.
Con interés, leemos el análisis detallado en el que nos informan de manera precisa del número de córneres, saques, tiros a puerta, goles y faltas que se han producido en los anteriores partidos en los que ambos rivales se han enfrentado.
Por supuesto, leemos en papel y en la red comentarios, pronósticos y hasta predicciones basadas en buenos juicios, en la experiencia, en las declaraciones de jugadores. Tenemos tanta información de un equipo, de un partido, que podríamos vaticinar hasta las posibles lesiones, cambios y marcajes.
Pero claro está… hasta que el árbitro no toca el silbato marcando el final, nadie sabe qué va a pasar.
Y es que, ¡el fútbol es así! Divertido, único y como dice un amigo: ¡bestial!
Es un deporte, pero también un entretenimiento para muchos. Una pasión para algunos y una gran oportunidad de ganar un dinero sustancial.
Hemos de reconocer que nos encanta hablar sobre los partidos, sobre su alineación. Y la verdad es que, el que nunca haya estado en un estadio de fútbol, no sabe la sensación inigualable que se pierde. Es como montarse en una montaña rusa, a la vez ver unos fuegos artificiales y sentir una vibración que recorre todo tu cuerpo, como si hubiéramos metido los dedos en un enchufe conectado con el Universo.
¡Cómo no nos va a apasionar rellenar una Quiniela y encima ¡ganar!
Que ganen nuestros jugadores en un emocionante partido y, al mismo tiempo, conseguir un piquito o convertirnos en millonarios. ¡Qué gozada, qué sueño!¡A por ello y suerte!