Dos historias: El primerizo y el constante
En la novela histórica Historia de dos ciudades del escritor británico Charles Dickens disfrutamos de un relato que ya forma parte de la historia y de la literatura.
La narración se desarrolla en dos países: Inglaterra y Francia. En las ciudades de Londres y París en la época de los albores de la Revolución francesa. La primera ciudad simbolizaría de algún modo la paz y la tranquilidad, la vida sencilla y ordenada; mientras que la segunda representaría la agitación y el caos, el conflicto entre dos mundos en una época en la que se anuncia drásticos cambios sociales.
Dickens no relató la historia de nuestros dos protagonistas, pero seguro que la habría narrado dándole su sello único. Nuestros dos protagonistas viven uno en Mackay, una pequeña ciudad de Australia y el otro en la ciudad americana de Iowa.
En la primera historia nuestro protagonista australiano vio recompensada su constancia y la confianza en su suerte, al ser el afortunado ganador de cinco millones de dólares australianos, más de 3 millones de euros.
En la segunda la protagonista es una dichosa americana, Angélica Chávez, de 27 años que un día decidió jugar por primera vez a la lotería. Al salir del trabajo eso hizo, dejarse llevar por ese nuevo impulso y compró un boleto de lotería con el que ganó un millón de dólares.
Un presentimiento y una buena rutina cambió la vida de dos personas muy diferentes, pero ambas, afortunadas y millonarias.
La historia de esa corazonada nació de un hecho rutinario. Angélica un día estando en su trabajo, en una residencia de ancianos, disfrutaron jugando a una especie de sorteo de lotería con un juego con pelotas numeradas. Angélica siempre jugaba con una misma combinación llevada por ese presentimiento de que esos números eran ganadores, afortunados, y que la iban a hacer millonaria. Ella lo tenía muy claro. Apuntó esos números en su agenda y dijo que algún día los jugaría de verdad, en un gran sorteo.
Y así fue, jugó sus números el 18, 25, 43, 44 y 57 a la lotería americana Mega Millions. El boleto de Angélica fue el único en el país en acertar los números, por lo que ganó un premio de un millón esa noche.
A Angélica el dejarse llevar por un presentimiento la cambió la vida. En Australia, a nuestro otro también joven protagonista fue la constancia, la clave de su premio.
Siempre jugaba a los mismos números. Llevaba mucho tiempo jugando a unos números que había elegido por ser cumpleaños de familiares y sus números preferidos. Le gustaban, eran sus números. Siempre los mismos, en todos los sorteos. Hasta que un día… en un juego de azar parecido a nuestra Primitiva, ganó cinco millones de dólares australianos, más de 3 millones de euros.
En una entrevista que le hicieron comentó que ahora en su vida va a hacer lo que más le gusta. Va a disfrutar de la vida a tope y compartir el premio con su familia.
Dos historias de dos ciudades distintas… de las muchas que cada día nos rodean. Ambas nos recuerdan que la constancia en todo es una virtud. Y el escucharnos, saber lo que queremos y sentimos en la vida, y dejarnos llevar por esa vocecilla interior… siempre al final tiene un final feliz.
Si sueñas… Loterías y la suerte llegará.