Hay ocasiones en que el destino, los ángeles, incluso el viento nos grita: ¡Es tu día! ¿Y qué hacemos nosotros? Pues la mayoría de las veces continuamos con nuestro día. Coger el coche para ir al trabajo. Matar el tiempo y despotricar casi sin que nos den motivos.
No estamos acostumbrados a observar. No estamos habituados a sentir. No sólo no sabemos interpretar las señales que nos envían, sino que no vemos lo que tenemos delante de nuestras narices.
Ciertamente hay días en los que la vida nos sonríe, más aún, que todo nos sale bien. Parece que los semáforos se abren a nuestro paso. Justo sale un coche cuando queremos aparcar en el mejor sitio de la calle. Nos regalan otro postre a la hora de comer… pero nosotros no somos capaces de ver las señales que nos gritan: ¡Es tu día! ¡Aprovecha para conseguir lo que verdaderamente deseas!
Si tienes un pálpito… no dejes de pasar la ocasión y déjate llevar por ese instinto interior.
Un conocido aprovechó esa corriente que le acompañaba, sobre todo, cuando percibió el revoloteó constante de una mariposa que le acompañaba como si estuviera domesticada o como si le tuviera que dar un mensaje sin palabras.
Ese conocido, se vio. Sintió como su día había sido un cúmulo de coincidencias continuas. Como la vida ese momento no sólo le abría las puertas, sino que entornaba las ventanas para mostrarle salidas, nuevas opciones.
Por la tarde, al salir del trabajo y verse acompañado de una mariposa que era como su sombra… no se lo pensó al ver la administración de lotería. Jugó por impulso. Marcó los números como si no hubiera otros.
Para su sorpresa, que no fue tal, consciente del presentimiento, todo fue especial… comprobó los números y sonrió por lo que es una corazonada, clarividencia o mensaje que la vida le había mandado.
Acertó. Fue uno de los afortunados ganadores del sorteo. No se llevó muchos millones… pero sí los necesarios para cambiar de vida. Darse un homenaje. Sonreír a las personas que quería y vivir.
Después de volvérmelo a contar. Y es que las dos veces que le vi, antes de marcharse a vivir unos años sobre la marcha, con su pareja y una nueva y resplandeciente caravana, reafirmaba sus palabras: Si alguna vez, sientes que un soplo nuevo te recorre… como si fueras el protagonista de una historia… como si algo o alguien te hubieran tocado y susurrado… aprovecha el momento. No lo dejes pasar y ve a por lo que más quieras. A por aquello que desees con toda tu alma.
Así lo haré.
Dicen que las señales no son siempre las mismas, leí un artículo de un escandinavo que contaba algo parecido de lo que le sucedió a este amigo: En uno de sus viajes, entre dos pueblos por los que siempre pasaba, un caballo blanco apareció de pronto cabalgando en su dirección. Le acompañó en su recorrido. Según sus palabras: En más tiempo en lo que tardo en beberme una pinta. Horas más tarde, el día era muy ventoso, se calmaron las nubes, y recuerda que le picaba mucho la mano. Sentía un cosquilleo que no cesaba.
Se sentía especial, como si alguien se acordara de él. Como si le estuviesen guiando. Y relata que así fue. Le cambió la vida una decisión que no pensó. Entró y compró un boleto de lotería, resultando premiado.
Narró que tan sólo le tocaron unos miles, pero, en ese establecimiento, en el que nunca antes había entrado y ni siquiera pensado en jugar, conoció a la que se convertiría en su mujer. Era lo que más deseaba. Una familia que le llenara la vida de ilusión.
Cada cual que piense lo que quiera. Yo… lo tengo muy claro.
Si la vida, el destino, me manda una señal. Sabré interpretarla, o al menos, me dejaré llevar.
¡Suerte!