El dinero Sí puede comprar la felicidad.
Según varios estudios, el bienestar emocional, la felicidad, aumenta a medida que los ingresos se incrementan.
Así, se analizaron las respuestas de más de 450.000 encuestados, incluyendo preguntas sobre la felicidad cotidiana de la gente y lo satisfecho que estaban con sus vidas en general. Los resultados mostraron que la felicidad aumentaba a medida que se incrementaban los ingresos.
Cuantificar la felicidad no es una tarea fácil, varios investigadores elaboraron un ranking teniendo en cuenta el grado de satisfacción de las personas con sus vidas. Puntuaron experiencias diarias: si se sentían descansados, respetados, si vivían sin dolor y si se consideraban intelectualmente estimulados. Además valoraron indicadores de prosperidad.
El resultado mostró que los más felices del mundo viven en Europa: son los habitantes de Dinamarca, seguidos por finlandeses, noruegos, suecos y holandeses. Nueva Zelanda, Australia y Canadá también ocupaban posiciones altas de satisfacción. Entre los que se consideran más desdichados figuran los habitantes de multitud de países africanos, considerados muy pobres. A España la situaron en un modesto puesto intermedio de felicidad.
La relación entre el dinero y la felicidad siempre ha sido objeto de numerosos estudios por parte de economistas, sociólogos y psicólogos. Concluyen que no siempre el dinero permite comprar más felicidad. Pero muestra con evidencia, que la riqueza se relaciona directamente con el bienestar y la felicidad.
Ya lo dijo Groucho Marx: “Hay muchas cosas en la vida más importantes que el dinero. ¡Pero cuestan tanto!”.
El estudio concluye que los niveles de bienestar y satisfacción personal, de autoestima y felicidad, son mayores, mientras que el nivel de ansiedad es menor, a medida que aumenta la riqueza en los hogares. Las personas con mayor renta son menos dadas a sentirse solas, teniendo un mejor estado de ánimo.
Es evidente que, el dinero no compra la felicidad, ésta es una afirmación que intenta consolar a todos aquellos que no disponen de una holgada comodidad financiera.
Diversas investigaciones demuestran que esta correlación entre dinero –felicidad es especialmente fuerte entre adultos de mediana edad.
Está claro que cuando se tienen bien cubiertas las necesidades materiales, fundamentales y necesarias para la vida, intervienen otros factores como los sentimientos, la autoestima y el sentido de la vida. Pero también que el dinero da una tranquilidad y seguridad, que nos hace sentir y vivir de una manera más plena. Es indudable que nos da más opciones, mayor calidad de vida y, sobre todo, nos compra tiempo que no dedicamos a trabajar. La disposición de dinero permite que cuerpo y mente descansen.
Terminamos con una frase de Jacinto Benavente: «El dinero no puede hacer que seamos felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo«.